Un poco de terror para abonar al insomnio.
No entiendo como alguien puede recomendar la película La Sustancia.
Cuando crees que ya viste la escena más grotesca e innecesaria, aparece una nueva escena aún más grotesca e innecesaria.
Minuto tras minuto hasta el final.
Mi esposa pasó la mitad de la película con los ojos tapados y a pesar de insistirle que nos fuéramos, nos quedamos hasta el final.
En resumen, si no la has visto (y los spoilers aquí son por tu propio bien) te cuento brevemente la trama.
Elizabeth Sparkles (Demi Moore) una otrora gran estrella Hollywoodense va perdiendo su brillo y su programa.
Eventualmente le presentan La Sustancia la cual se inyecta y tiene el efecto de producir una versión más joven de sí misma.
Sale literalmente de su columna.
Si. Su espalda se parte en dos y surge una versión deseable de sí misma.
La condición: tiene que cambiar de cuerpo/versión cada 7 días.
Así es como muchos corporativos grandes y empresas medianas se imaginan que funciona la innovación.
En esencia esa es la lectura corporativa del mito fundacional de Silicon Valley.
Si no te disrumpes tu, alguien más se va a quedar con tu mercado.
Mágicamente esperan que una nueva unidad de negocios más digital, más cool, más fintech, más Cowork, más Inteligencia Artificial, más blockchain, más BUZZWORD surja de las entrañas de su negocio principal y les abra la puerta hacia el futuro.
Pero ahí es donde empiezan los problemas.
El negocio nuevo termina absorbiendo los recursos del negocio principal al grado de provocar necrosis.
Por su parte, el negocio principal aumenta su resentimiento al grado de sabotear a la joven e innovadora startup que sale de sus entrañas.
El resultado es el mismo que en la película de La Sustancia:
Las empresas terminan volviéndose monstruos irreconocibles, en guerra interna, con las aspiraciones intactas pero sin ninguna oportunidad de lograrlas.
Se autoconsumen en sus propios dilemas existenciales internos.
Lo veo una y otra ves en empresas financieras, retail, de productos de consumo, de servicios, en fin, de casi todas las industrias.
Como notable excepción: la industria de la manufactura que es muy ingenieril y obsesionada con la mejora continua.
Todo comienza con crear un área de innovación llena de buenas intenciones que termina degenerándose.
Si no has visto la película, no lo hagas.
Es garantía de pesadillas.
En todo caso, si tienes una empresa, hay formas de reinventarte que son más apropiadas para tu edad, tus capacidades y tu mercado.
Siempre complementando y elevando el negocio principal a nuevos niveles de desempeño (crecimiento en escalera).
Y si no es posible rescatar el negocio principal, es mejor exprimirlo (como recomendó BCG en su famosa matriz), sacar el capital y utilizarlo para algo independiente (empresa desde cero, adquisición, holding).
Aunque vaya en contra de las sensibilidades cinematográficas del momento, en La Ruta del Capitán nunca encontrarás recomendaciones que suenan bonitas pero que en realidad son como La Sustancia.
Nada de letras chiquitas ni efectos secundarios del terror.
Por eso a los suscriptores les gusta tanto.
Encuentran principios sólidos, accionables y que suman a lo que ya está funcionando.
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