Vender tiene una mala reputación. Me atrevería a decir que en casi todas las culturas. Por si fuera poco, los estereotipos del típico vendedor son demasiado vívidos y tangibles. ¿Cuántos de nosotros nos hemos topado con vendedores insistentes que nos marcan todos los días después de decirles que no?
Podríamos ignorar las ventas y pretender que vender no es necesario, pero no llegaríamos muy lejos. Aunque no tengamos el puesto de vendedor, todos tenemos que vender: lo que hacemos en caso de ser empleados, a nosotros mismos cuando buscamos trabajo, proyectos en caso de ser parte de una consultoría o agencia y los servicios o productos en caso de ser emprendedor.
Vender puede ser aterrador. Tenemos miedo a que nos rechacen y nos cierren la puerta en la cara. Nos da miedo quemar relaciones. Hay una lista interminable de miedos a vender que harían que no nos levantemos de la cama.
Ya que lo tenemos que hacer, queramos o no, considero importante hablar sobre lo bueno de vender. Lo primero que muchos piensan es en el dinero que se puede hacer vendiendo. Eso está bien, pero me gustaría hablar de otros placeres insospechados de vender. A continuación una lista para mantenernos motivados:
1. El subidón de adrenalina
Cuando estaba por graduarme, había dos trabajos que me interesaban: la consultoría en estrategia y la banca de inversión. Un tío que se dedica a la banca de inversión me dijo que la consultoría era más intelectual y la banca más transaccional. El placer de la banca era cerrar deals (fusiones y adquisiciones de empresas, colocación de bonos, etc.). En ese entonces, lo transaccional se me hacía banal.
Sin embargo, una vez que vendí un proyecto de 6 dígitos todo cambió: vender hace que experimentes un subidón de adrenalina. Se siente muy bien. Una vez que sabes lo que es vender querrás seguirlo haciendo. El rush de cerrar un proyecto es un auténtico placer.
2. Generar impacto en el mundo
Hacer arte. Hacer lo que te gusta. Cambiar la forma en que se hacen las cosas. Todo eso requiere vender.
Cuando me casé, mandamos a hacer nuestros anillos de compromiso a una joyera (artista) de San Miguel de Allende. Tras una entrevista, ella diseña los anillos de tal forma que reflejen las características de la relación de la pareja. Hace unas auténticas obras de arte. Y para poder dedicarse a eso, tiene que vender.
Lo mismo le pasa a las agencias boutique de inteligencia artificial, que para desplegar sus algoritmos inéditos y probar si funcionan o no en el mundo real, tienen que vender.
Puede sonar filosófico, pero casi todo lo que las personas crean y genera impacto en el mundo, implicó vender. Venderle a un cliente es poder traer al mundo lo que haces. Los ingenieros, artistas, personas que lo entienden llegan lejos. Y ver que lo que imaginas se vuelve real y concreto, es un verdadero placer.
3. Hacer los amigos más improbables (y pasarla bien)
Uno de mis mentores dice que la única forma de vender es hacerlo entre amigos. Él es firme creyente que la mejor forma de vender es construyendo relaciones de amistad. Es lo que termina inclinando la balanza hacia el SI. Él es exitosísimo en lo que hace y es prueba diaria de este principio. Pre pandemia pasaba su día entre comidas, cafés y llamadas con amigos.
Cuando vendes, si lo haces de forma auténtica, desarrollarás buenas amistades que de otra forma serían muy improbables. Adicionalmente, ¿Quién no quiere pasar su día entre amigos? Eso es un verdadero placer.
Seguro ustedes tienen algunos otros ejemplos. ¿Cuáles consideran que son otros placeres insospechados de vender?