Hacerse preguntas estratégicas públicamente es una receta para espantar empleados.
El puesto de la Dirección General a veces es muy solitario porque hay que ser muy cuidadoso con lo que se le comunica a la organización.
Por eso, un Director General no puede hacer preguntas como:
Esta tecnología puede hacernos obsoletos ¿qué podríamos hacer para cubrirnos?
> El equipo se imaginará que la empresa está quebrando.
El equipo comercial ya no está aportando el mismo crecimiento ¿tendremos que cambiar el esquema de incentivos?
> El equipo comercial se preocupará si le van a pagar las comisiones por sus ventas o si será mejor esperar a ver qué pasa antes de concretar las transacciones.
La falta de crecimiento nos obliga a recortar costos para sostener el margen a menos qué encontremos otro mercado en crecimiento ¿cuáles son nuestras alternativas viables?
> Las personas creerán que estás a punto de despedirlas para reducir costos.
El proceso estratégico demanda contemplar el abismo y estar cómodo con la incertidumbre.
Es a partir de eso que se puede diseñar el futuro.
Pero no todas las personas pueden manejar emocionalmente ese proceso, prefieren que les digan exactamente qué va a pasar y qué tienen que hacer.
Por eso hay muy pocas personas internas con las que un Director General puede hablar sobre estrategia y aún así, siempre hay intereses que se juegan.
De ahí la importancia de contar con un asesor estratégico externo, interesado en el éxito de la empresa, que pueda abordar los retos estratégicos sin bagaje emocional ni con una agenda de intereses personales.

Raúl Santos
Asesor Estratégico de Negocios
Raúl Santos es asesor de negocios, fundador de Sail Away y creador de La Ruta del Capitán. Apoya a empresas de distintas industrias a encontrar y perseguir nuevas fuentes de crecimiento.